ORIGEN DEL NOMBRE "CALIFORNIA"

Durante mucho tiempo se mantuvo la duda de si la penínsu­la de California era una isla, un agrupamiento de islas, o una faja peninsular. La convicción más acentuada era de que se trataba de una isla de gran extensión  y así vemos que se le representa en las viejas cartografías.
Muchos años después de que el padre Kino afirmara que se trataba de una península, para el resto del país aquella región de misioneros y aventureros seguía considerada como una leyenda misteriosa. El norte, defendido por su clima, su horizonte de infinita soledad, no se dejaba vencer sino por los místicos de la cruz, los obsesos de la ambi­ción y los desesperados prófugos de la justicia. La Baja Califor­nia era el extremo de todas estas circunstancias.
Estuvo fuera de la vida cotidiana de la Colonia y de las con­vulsiones del México independiente del siglo XIX. Ajena a la paz del virreinato y al estruendo de las luchas del XX, siguió siendo mexicana por la tenacidad de los misioneros y por el heroísmo de unos cuantos. Rusos, ingleses, galos y yanquis se interesaron a su turno por este "brazo descarnado de la Patria". La historia de la Baja California es enigmática y romántica, comenzando por el origen de su nombre.
Muy diversos nombres se le dieron a California: Isla o Islas de la Giganta, Islas Carolinas, Nueva Albión, Nueva Inglaterra o Nueva Gran Bretaña, Punta de Ballenas. Todos correspon­dientes a determinadas circunstancias, pero sin que, por su propio carácter ocasional permanecieran, quedando en cambio definitivamente reconocido el nominativo de "California".
El vocablo California ha sido motivo de las más variadas y eruditas versiones. Su etimología fue un problema para histo­riadores y lingüistas. Se buscó su origen uniendo palabras lati­nas o buscando referencias en los accidentes geográficos.
En una canción francesa del siglo XI aparece ya el nombre de California. Se trata de la famosa Canción de Rolando sobre las lamentaciones de Carlomagno:
Hor est mis nies ki tant soleit cunquere      
encuntre mei revelerunt li Saisne
et Hungre et Bulgre et tante geni averse,
         Romain, Puillain et tuit cu de Palerne
e cil d'Af frique e cil de Califerne.

En España hay una obra que menciona el nombre de Cali­fornia: se trata de Las Sergas de Esplandián, continuación del Amadis de Gaula, obra que Garcí Rodriguez de Montalvo tuvo la ocurrencia de escribir y que fue publicada en 1510.

Los libros de caballería conocidos en el periodo de la Con­quista hablaban de una isla llamada California, llena de riquezas, entre las que se contaban el oro y las perlas, gobernada por la reina Calafia. Sergas es el equivalente a hazañas y Esplandián era un legendario caballero que fue prisionero de la reina Cala­fia. Este libro era muy conocido en la época en que los españo­les conquistaron a México, del cual consignamos un párrafo con relación a la etimología del nombre California:
 "Sabed que a la diestra mano de las Indias, hubo una isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún hombre entre ellas hubiere, que casi como las amazonas era su manera de vivir. Estas eran de valientes cuerpos y esforzados y ardientes corazones y de grandes fuerzas: la ínsula en sí la más fuerte de rocas y bravas peñas que en el mundo se hallaba".
El nombre dado a nuestra península seguramente se tomó de la isla que Montalvo menciona en su libro, obra que a no dudarlo tuvo muchos lectores, por la gran afición que en esa época existía por este género de obras: los llamados libros de caballería. La isla California fue afanosamente buscada por los aventureros. Este pudiera ser el nombre de la península que habitamos, que no tiene las riquezas que la leyenda atribuye, ni es una isla, ni ha estado gobernada por la reina Calafia.

En el año de 1739, el padre Miguel Venegas, de la Compañía de Jesús terminó su Historia de California. Con relación al nombre de la península asienta:
"De los tres nombres, California, Nueva Albión e Isla Caroli­na, ha predominado el primero. El nombre, pues, que ahora está en uso, es el antiguo, con que hallamos apellidada aquella región; desde sus primeros descubrimientos. Algunos usan este nombre en plural, llamándola: Las Californias. Yo creo, que esto nace de querer comprender con este modo de hablar, lo que se creía isla principal y la mayor del mundo, y con ellas las otras islas menores, que en gran número la cercan por uno y otro lado. Pero siendo ya cierto que no es isla, sino región pega­da al continente de América, como luego veremos; creo que debe conformarse con los que usan de este nombre en singular, como lo usó el citado Bernal Díaz del Castillo.
"Bien quisiera poder informar a los curiosos del origen y etimología de un nombre, que ya por la extravagancia de su sonido, ya por el eco de desgracias verdaderas y de riquezas soñadas, se ha hecho memorable en la Nueva España, y aun en Europa. Pero lo que puedo decir es que en ninguna de las dife­rentes lenguas de los naturales han hallado los misioneros, que se dé semejante nombre a la tierra, ni tampoco a algún puerto, bahía o paraje de ella. Por otro lado, no puedo adoptar la etimo­logía, que algunos señalan, suponiendo, que es nombre puesto por los españoles, de los cuales afirman, que sintiendo extraño calor en las primeras entradas, apellidaron a la tierra California, formando una voz de estas dos latinas: Calida fornax, como si dijéramos: 'Horno caliente'. Temo, que muchos no creerán de nuestros conquistadores tanta humanidad, y aunque Bernal Díaz del Castillo no niega a Cortés la gracia singular entre sus compañeros, de ser latino, y aun poeta y bachiller en leyes, no vemos que usase él, ni tampoco sus capitanes, esta manera de dar nombres a sus conquistas. Juzgo, pues, que este nombre nació de alguna casualidad, como pudo ser, entre otras, la de algunas palabras de los indios mal entendidas de los españoles".

El padre Francisco Xavier Clavijero, en Historia de la Baja California, escrita unos cincuenta años después de la obra del padre Venegas, tiene este certero comentario:
"El nombre de California fue puesto en el principio a un solo puerto; pero después se fue haciendo extensivo a toda la península, y aun algunos geógrafos se han tomado la libertad de comprender bajo esta denominación el Nuevo México, el país de los apaches y otras regiones septentrionales muy distantes de la verdadera California y no pertenecientes a ella. La etimología de este nombre no se sabe; pero se cree que el conquistador Cortés, que se preciaba de latino, llamaría al puerto donde abordó calida fomax, a causa del mucho calor que allí sintió, y que o él mismo u otro de los que lo acompañaban, formaría con aquellas voces el nombre de California; si esta conjetura no es verdadera, es al menos verosímil".
El nombre de Nueva Albión dado a la península de Califor­nia fue puesto por el famoso corsario inglés Francisco Drake en el año de 1577. Nueva Albión vale tanto, como Nueva Inglaterra o Gran Bretaña; porque con este nombre llamaron los antiguos a la "Isla", que hoy conocemos con el nombre de Inglaterra. 
El nombre de Islas Carolinas se puso cien años después, en obsequio del Rey Don Carlos II de España, cuando de su orden se intentó a toda costa la conquista de la California, creída entonces isla, y de las otras islas adyacentes. De este nombre usó el padre Enrique Scherer, jesuíta alemán, en su Atlante nuevo;mons de fer en un Atlante pequeño de los Estados de la Monar­quía de España, que ofreció al Rey don Felipe V, a la entrada de su reinado; y otros geógrafos en otros atlantes, y mapas particulares.
Por último, el almirante español Isidro Otondo y Antillón el primero de abril de 1683, al tocar el puerto de La Paz, la rebautizó con el nombre de islas Carolinas, en honor del Rey Carlos II de España, nombre que no subsistió, pues se aceptó a la larga el que le dio Hernán Cortés, por ser el que la descubrió.
Fernando Jordán en El otro México, nos dice:
Asi nació y fue California: Se engendró en un sueño de Colón. Creció en la leyenda de Esplandián. Montalvo dióle el nombre de una tierra enemiga de Rolando. Supieron de ella Cortés y Ñuño de Guzmán. Descubrióla Fortún Jiménez. Alarcón bautizóla con el nombre de la legendaria California para ridiculizar a Cortés.